JMJ: entre la fe y la crítica
Madrid fue cede de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud en un contexto político, económico y social marcado por la crisis económica y el paro. Aunque la jerarquía de la Iglesia católica en España defienda el carácter apostólico de la JMJ, no puede pretender que voces, internas o externas, dejen de manifestar su inconformidad por las estrategias utilizadas en su organización.
Las críticas más serias no están dirigidas a los jóvenes peregrinos que vinieron a la capital española a “manifestar su fe” sino a la planificación, organización y financiación de un “evento religioso de masas” que podía haberse realizado a un menor costo, con objetivos más apostólicos, con una menor participación del sector público, sin la presencia de empresas éticamente cuestionables y con la intencionalidad de ofrecer un testimonio más cercano con los problemas que hoy afectan a la sociedad española y al mundo. Aunque la autofinanciación fuera importante es coherente pedirle a las instituciones católicas vinculadas una reflexión sobre cómo se organizan estos actos. En la mayoría de las críticas hay elementos a mejorar y que no opacan algunas de las ideas expuestas por el Papa con cuales probablemente coincidan, incluso, aquellos que no profesen la religión católica.
Benedicto XVI realizó la visita y utilizó un lenguaje políticamente correcto sin alusiones directas a las ideas que los separan del actual gobierno español. Poco afortunadas fueron sus opiniones personales en su visita anterior a Barcelona y aunque no fue una afirmación “ex cathedra” generó un ambiente poco propicio para un diálogo. En la JMJ habían otros públicos: los peregrinos y los católicos que estaban siguiendo las noticias de los actos.
Hay que mencionar además, que en plena crisis económica, y en la cual el sector financiero ha tenido un alto grado de responsabilidad, la JMJ ha recibido el apoyo de la banca y de empresas incluyendo las integrantes de la Fundación Madrid Vivo. Aunque le parezca a algunos sectores de la Iglesia, consagrados o laicos, que es una cuestión sin importancia, tienen que comprender que quienes están siendo desahuciados por los bancos, están en la búsqueda de empleo o desean construirse un futuro mejor les gustaría tener algunas de las sobras de la inversión millonaria, justificada o no, realizada a la JMJ con el elemento añadido de ser un “acontecimiento de excepcional interés público”; reflexión válida no solo en ocasión de la JMJ sino para el listado de actividades que merecen esa categoría.
Para quienes no son creyentes la JMJ es un acto de masas que reúne a un importante número de seguidores; imagen que es reforzada por el marketing y merchandising que hicieron referencia al evento y a Benedicto XVI. Sin embargo no podemos olvidar que la experiencia y vivencias de los españoles con respecto a la Iglesia católica marcan sus opiniones. Defenderse de las críticas haciendo comparándolos con otros eventos no religiosos o utilizando la “palabra de Dios” para justificar o expresar la cercanía y el perdón hacia quienes no coinciden con su opinión no es la mejor estrategia: la más adecuada, escucharlas. La política de comunicación a seguir en las instituciones es asumir la realidad y valorar hasta dónde las personas que no comulgan con algunas de sus directrices pueden tener algún grado de sensatez.
La JMJ tenía como uno de sus objetivos otorgarles a los jóvenes la responsabilidad de renovar, rejuvenecer e impulsar a la Iglesia. Pero, ¿está la Iglesia preparada para dejar que los jóvenes asuman esa responsabilidad? La clave está en el grado de compromiso y testimonio real, no de palabra, de las comunidades. La próxima JMJ será en Río de Janeiro en el contexto de un país con una situación social de pobreza y conflictividad. Será la oportunidad para constatar si simplemente se logrará el record Guinness de asistencia o valorar si el impulso hacia una renovación y rejuvenecimiento de la Iglesia católica ha llegado.
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